El bulbo se planta, se cultiva. Entonces crece y florece. Aparece el tulipán, la flor del tulipán: roja, amarilla, blanca, negra. Resplandece y expone toda su belleza. Luego, se marchita, sus pétalos caen, se seca. Pero el bulbo sigue ahí, esperando a ser plantado de nuevo, vivo en su interior. Como un recuerdo que permanece eternamente.
Este tulipán va por todo los bulbos que aún no han germinado, por los que lucen radiantes sus colores y por los que, aun secos, seguirán vivos en el recuerdo. Va por aquellas dos que me acompañaron en mi etapa de bachiller, va por los que disfrutan del día a día junto a mí, por aquella con quien comparto mis secretos, va por la “gente guapa” a la que tanto quiero, va por los dos a los que tanto aprecio, va por todos aquellos que son parte de mí y por mi amante urbana, que tanto me hace sufrir, pero que es la única que consigue salvarme.