domingo, 18 de julio de 2010

Sin título VII






El bulbo se planta, se cultiva. Entonces crece y florece. Aparece el tulipán, la flor del tulipán: roja, amarilla, blanca, negra. Resplandece y expone toda su belleza. Luego, se marchita, sus pétalos caen, se seca. Pero el bulbo sigue ahí, esperando a ser plantado de nuevo, vivo en su interior. Como un recuerdo que permanece eternamente.

Este tulipán va por todo los bulbos que aún no han germinado, por los que lucen radiantes sus colores y por los que, aun secos, seguirán vivos en el recuerdo. Va por aquellas dos que me acompañaron en mi etapa de bachiller, va por los que disfrutan del día a día junto a mí, por aquella con quien comparto mis secretos, va por la “gente guapa” a la que tanto quiero, va por los dos a los que tanto aprecio, va por todos aquellos que son parte de mí y por mi amante urbana, que tanto me hace sufrir, pero que es la única que consigue salvarme.

viernes, 16 de julio de 2010

miércoles, 7 de julio de 2010

Sin título VI




Fuente: http://skizosite.es/tag/cerdo/

lunes, 5 de julio de 2010

Sin título V

La sesera del último fallecido en la ciudad estaba esparcida sobre la calzada. Decenas de ojos observaban la escena, deseosos de ver hasta la víscera más diminuta que pudiesen hallar, murmurando a sus acompañantes sobre qué habían visto y sobre dónde estaba aquel diente sin dueño. Un coche, causante del fatal accidente, seguía con los focos encendidos y proyectaba una intensa luz sobre el edifico de enfrente. La noche, la sangre: ambas iluminadas cual película de serie be. Una figura asomaba su rostro por la ventana de un edificio cercano. Tenía las mejores vistas: el coche, el cadáver y la gente acumulada a su alrededor. Observaba mientras fumaba un puro y bebía una copa de Campari. Era difícil determinar qué disfrutaba más: si el licor o la muerte, ambos rojos y amargos a la par. En su tez blanca se adivinaba una pequeña sonrisa que se dejaba entrever entre calada y calada. Las ruidosas sirenas de los coches de policía empezaron a oírse a lo lejos. El hombre del Campari se introdujo de nuevo en la oscuridad y la gente aburrida empezó a desaparecer. Tan sólo quedaron los más curiosos, aquéllos que nunca tenían suficiente.