El hombre del tren, película francesa de Leconte que relata una realidad simple y llana, pero a la vez triste, conmovedora. Vivir una vida y anhelar otra, echar de menos, sentir nostalgia por lo que nunca viviste y desearlo, pero también resignarte o no, resignarte a morir sin ser lo que quisiste ser, sin sentir lo que quisiste sentir o arriesgar, dejarlo todo, abandonar tu realidad para intentar alcanzar no tus sueños, si no tu propia esencia, esa que perdiste en algún momento de tu vida.
L'homme du train, en un hermoso francés , nos recuerda que nuestras vidas, si se intenta, pueden cambiar, sólo tenemos que esperar quizá al momento adecuado, a estar preparados o, simplemente, una señal, que no divina, añado. Y es que vivir una vida que no queremos, anhelar otra, vivir detrás de una máscara empapada por el sudor del dolor, de la tristeza y ver en blanco y negro, puede ser negociable.
Espero, algún día, aprender a negociar yo también y poder desprenderme de esa máscara que me oprime y no me deja respirar.
Y si tengo que contestar a mi propia pregunta, diré que esta película es la realidad convertida en ficción, una ficción enmarcada en un contexto que con otros nombres y otros deseos bien podrían ser la realidad de cualquier otro.
Sin duda, una buena película, de las que te hacen pensar, reflexionar sobre ti mismo, con unas buenas actuaciones y unos muy buenos diálogos.
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