domingo, 3 de enero de 2010

Ebrio de ti

Trató de volver a vivir ese momento, la tierra roja y húmeda, el intenso olor de
los bosques de pinos y eucaliptos, donde el tapiz de hojas secas se maceraba,
después del largo y cálido verano, y donde la luz cobriza del sol se filtraba
entre las copas de los árboles. Trató de recordar el frío, el silencio y esa
preciosa sensación de ser los dueños de la tierra, de tener veinte años y la
vida por delante, de amarse tranquilos, ebrios de olor a bosque y de amor, sin
pasado, sin sospechar el futuro, con la única increíble riqueza de ese instante
presente, en que se miraban, se olían, se besaban, se exploraban, envueltos en
el murmullo del viento entre los árboles y el rumor cercano de las olas
reventando contra las rocas al pie del acantilado, estallando en un fragor de
espuma olorosa, y ellos dos, abrazados dentro del mismo poncho como siameses en
un mismo pellejo, riéndose y jurando que sería para siempre, convencidos de que
eran los únicos en todo el universo en haber descubierto el amor.

Texto extraído de La casa de los espíritus de Isabel Allende.

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