martes, 10 de noviembre de 2009

Vigésimo aniversario de la caída del Muro

LLego tarde, como siempre: llego tarde a mis citas, combinación de mi despiste natural y de la ineficacia habitual de RENFE, llego tarde a la universidad, llego tarde a cualquier sitio al que me proponga ir y, cómo no, llego tarde para celebrar, virtualmente, el vigésimo aniversario de la caída del Muro de Berlín o, como se le conocía en la antigua RDA, el Muro de la Vergüenza.








Símbolo durante años del recalcitrante comunismo soviético, fue objeto de críticas y provocó vergüenza ajena internacional que desembocó en el inevitable desdén de occidente. Construido de la noche a la mañana casi en su totalidad, se convirtió en el ejemplo de la arquitectura opresiva a la sazón. Otras obras como el Palast der Republik, vestigio del antiguo estilo arquitectónico soviético que tuve la oportunidad de contemplar en mi visita a Berlín, fueron ejemplos de "la estética de la fealdad del socialismo soviético", según palabras de Juan Goytisolo; una estética rectilínea, con aires clásicos y delirios de grandeza.

Cuando pienso en el Muro, cuando recuerdo la East Side Gallery o los restos en Postdamer Platz decorados con graffitis se me viene a la mente el sufrimiento que provocó la división de una ciudad antes unida: la división de familias, el control de la Stasi, la opresión, los intentos de huída hacia "un mundo mejor¨... Ahora, los berlineses, del este o del oeste, disfrutan de la Puerta de Brandemburgo, de la preciosa iglesia derruida de Ku'dam o de la Unter den Linden y celebran el aniversario de la caída, se brinda con retrospectivas fotográficas con la figura de Rostropovich tocando frente al muro en un precioso blanco y negro y se recuerda el sufrimiento con ilusión por el cambio. Pero, ¿acaso brindan los palestinos cuando ven el muro construído por Israel o brindan los mexicanos cuando ven lo que divide su país de los E.E.U.U.? Los muros siempre han existido e, incluso hoy, siguen exitiendo. Son una de las lacras de la sociedad acual: barreras físicas que dividen, oprimen y aíslan a colectivos y pueblos. La caída del Muro de Berlín y todos los acontecimientos que la acompañaron (la Revolución de Terciopelo, la Perestroika y el Glásnost, etcétera) fueron el final de una etapa. Pero los muros siguen existiendo y nos olvidamos de ellos inmersos en nuestros estilos de vida y en nuestra indiferencia.

Confío y deseo que algún día el mundo entero brinde, no tan sólo por el aniversario de la caída del Muro de Berlín, sino por la extinción de todos los muros del planeta.

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